Y sin embargo, después de oir sobre las fiestas que se pegan los jugadores o de ver la casa que Ronaldiño (un jugador del barca -creo-) ha conseguido en un par de años por pegarle patadas a un balón, estoy casi seguro de que algo mágico debe tener el deporte Rey aunque yo no lo haya descubierto, y si tuviera un hijo alguna vez… Ójala me saliera futbolista:
“Trabajar” jugando, jubilarse en pocos años y vivir a todo trapo. Diosinio matando a Minerva no me “suena” tan mal.
Me refiero a esta casa, en Palma de Mallorca (España):
Otra vista del exterior de la casa de Ronaldiño, con la playa ideal: asfaltada y sin domingueros.

Bajando por una de las escaleras hacia el salón puede verse un cuadro único

Lo mismo más tarde. ¡Casi mejor que ver televisión basura!

Otra vista del salón:

Pequeña escalera hacia… Yo no diría el cielo, pero casi

Un pasillo de bonita iluminación

Que lleva al dormitorio principal, donde Ronaldiño tiene dos TV, y no porque las vistas no sean muy allá.

A veces una playa natural casi privada, la playa asfaltada o una gran piscina en forma de riñón en la parte de jardín trasero no es suficiente. Y tienes que recurrir a esto:

O a esto:

Que sí que sí, que no hay ni un sólo libro ni ordenador en toda la casa, que en realidad no es una casa tan grande si llevas invitados, que tiene flores de plástico, mala ventilación, que hay una mezcla rara de estilos y que no te gusta tanto dorado… Como el zorro que decía que las uvas estaban verdes tras ser incapaz de alcanzarlas… Pero a mí la casa y las vistas me encantan y me reafirmo en que debe ser la caña ser futbolista, aunque a mí no me guste el fútbol.